Miguel además de ser muy nervioso era bastante curioso,
por tanto decidió meterse por algunos huecos de su césped por donde
nunca se le había ocurrido mirar, estuvo mirando detrás de la
caseta del perro, detrás de todas las puertas, estuvo metiendo la
cabeza dentro de algunos boquetes, incluso llegó a mirar los árboles
por dentro a través de algunos boquetitos que estos tenían, y
sorprendentemente, cuando estaba mirando el último árbol, dio un
salto hacia atrás al ver que dentro de ese árbol se movían ciertos
animales que volaban, éste, sin pensárselo dos veces decidió
volver a mirar y no eran animales eso que el creía haber visto, eran
hadas.
Miguel se sorprendió bastante pero justamente cuando
iba a meter la mano dentro del árbol por el agujero su madre lo
llamó para ir a cenar.
-¡Vamos chicos! ¡A cenar! Lavaros las manos, hoy
cenamos pizza – gritó la madre a los pequeños
-¡Que bien pizza! ¡Me encanta! – dijo muy contento
el pequeño Pablo
Miguel siguió mirando por el boquete unos minutos más
y rápidamente fue hacia el cuarto de baño a lavarse las manos como
su madre había indicado. Durante la cena Miguel comenzó a hacerle
ciertas preguntas a su madre a cerca de la casa para ver si ella
sabía algo sobre esas hermosas hadas.
-Mamá, ¿tú sabes que tipos de animales hay en nuestro
césped? – dijo intrigado el chico
-Hombre, pues claro hijo, tal vez no en tanta
profundidad como tu padre que es el que se dedica al césped, pero se
mucho a cerca de él y se que viven en nuestro césped mariquitas,
gusanos, hormigas, cochinillas .etc. – respondió con naturalidad
la madre
-¿Y no hay ningún otro animal? – volvió a preguntar
Miguel
-Que yo sepa no Miguel, a lo mejor algún que otro gato
que a veces salta pero lo echamos o avispas, ¿a qué vienen tantas
preguntas?
-No por nada, por nada mamá – dijo extrañado
Al día siguiente, al llegar del colegio, Miguel fue
directamente hacia el árbol donde encontró a las hadas. Éste cogió
a una y comenzó a tocarle el pelo, las alas, los ojos...
-¡AU! ¡Me ha mordido! – gritó Miguel muy asustado
-¿Qué haces? ¿Por qué me has sacado de mi casa y no
paras de tocarme? – dijo enfadada el hada
Miguel muy sorprendido comenzó a sacar a todas las
hadas que había en el árbol y les empezó a hacer preguntas de todo
tipo
-¿Cómo os llamáis? ¿de qué sois hadas? ¿os gusta
vuestro trabajo? ¿cuánto tiempo lleváis viviendo en mi árbol?
A medida que fue pasando el tiempo Miguel era cada vez
más amigo de las hadas y éstas lo ayudaban en todos los problemas
que el tuviera. Miguel se pasaba toda la tarde jugando con las hadas
y con su perro y las ayudaba en todo lo que el podía.
Un sábado por la mañana Miguel se levantó tarde como
de costumbre, desayunó sus cereales con leche y cuando iba a salir
fuera para jugar con Joe y las hadas se encontró a su perro tirado
en la puerta de la entrada, éste pensaba que el perro aún estaba
durmiendo cosa que le extrañó, pero cuando comenzó a llamarlo el
pobre Joe estaba muy triste y apagado.
-¡Mamá! ¡Mamá! A Joe le pasa algo – grito asustado
La madre acudió corriendo a ver que le pasaba al perro.
Al ver la situación en la que estaba el perro decidió llevarlo
rápidamente al veterinario.
-Cariño voy a ir a llevarlo al veterinario, la canguro
está al llegar cuida mientras de tu hermano – dijo la madre
El pequeño fue corriendo inmediatamente al árbol a ver
a las hadas y contarles lo que le había ocurrido a su perro, éste
comenzó a llorar y las hadas lo consolaron como pudieron.
Miguel normalmente estaba jugando con las hadas y con
Joe, pero ese día se lo pasó entero tirado en la cama mirando el
techo de su habitación
A eso de las nueve de la noche la madre llegó sin el
perro y Miguel y su hermano fueron directamente hacia su madre a
preguntarles por Joe. Ésta les dijo que el perro estaba en el
hospital muy grave porque ya es bastante mayor y que había pocas
posibilidades de que sobreviviera.
Al día siguiente se levantó muy triste y fue hacia la
casa de las hadas y éstas habían hecho una pócima con la que el
perro podría vivir muchos años más. El pequeño con las hadas
fueron al veterinario y le dieron la pócima al perro, éste a las
dos horas había recuperado la vitalidad de siempre y todo gracias a
las muy buenas amigas del pequeño Miguel.
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