sábado, 18 de enero de 2014

Todo se afronta con fuerzas

Miguel era un chico de siete años, era bastante nervioso y adoraba pasar las horas y las horas jugando en el enorme césped de su casa con su hermano Pablo y como no con su perro Joe.
Miguel además de ser muy nervioso era bastante curioso, por tanto decidió meterse por algunos huecos de su césped por donde nunca se le había ocurrido mirar, estuvo mirando detrás de la caseta del perro, detrás de todas las puertas, estuvo metiendo la cabeza dentro de algunos boquetes, incluso llegó a mirar los árboles por dentro a través de algunos boquetitos que estos tenían, y sorprendentemente, cuando estaba mirando el último árbol, dio un salto hacia atrás al ver que dentro de ese árbol se movían ciertos animales que volaban, éste, sin pensárselo dos veces decidió volver a mirar y no eran animales eso que el creía haber visto, eran hadas.
Miguel se sorprendió bastante pero justamente cuando iba a meter la mano dentro del árbol por el agujero su madre lo llamó para ir a cenar.

-¡Vamos chicos! ¡A cenar! Lavaros las manos, hoy cenamos pizza – gritó la madre a los pequeños

-¡Que bien pizza! ¡Me encanta! – dijo muy contento el pequeño Pablo

Miguel siguió mirando por el boquete unos minutos más y rápidamente fue hacia el cuarto de baño a lavarse las manos como su madre había indicado. Durante la cena Miguel comenzó a hacerle ciertas preguntas a su madre a cerca de la casa para ver si ella sabía algo sobre esas hermosas hadas.

-Mamá, ¿tú sabes que tipos de animales hay en nuestro césped? – dijo intrigado el chico

-Hombre, pues claro hijo, tal vez no en tanta profundidad como tu padre que es el que se dedica al césped, pero se mucho a cerca de él y se que viven en nuestro césped mariquitas, gusanos, hormigas, cochinillas .etc. – respondió con naturalidad la madre

-¿Y no hay ningún otro animal? – volvió a preguntar Miguel

-Que yo sepa no Miguel, a lo mejor algún que otro gato que a veces salta pero lo echamos o avispas, ¿a qué vienen tantas preguntas?

-No por nada, por nada mamá – dijo extrañado

Al día siguiente, al llegar del colegio, Miguel fue directamente hacia el árbol donde encontró a las hadas. Éste cogió a una y comenzó a tocarle el pelo, las alas, los ojos...

-¡AU! ¡Me ha mordido! – gritó Miguel muy asustado

-¿Qué haces? ¿Por qué me has sacado de mi casa y no paras de tocarme? – dijo enfadada el hada

Miguel muy sorprendido comenzó a sacar a todas las hadas que había en el árbol y les empezó a hacer preguntas de todo tipo

-¿Cómo os llamáis? ¿de qué sois hadas? ¿os gusta vuestro trabajo? ¿cuánto tiempo lleváis viviendo en mi árbol?

A medida que fue pasando el tiempo Miguel era cada vez más amigo de las hadas y éstas lo ayudaban en todos los problemas que el tuviera. Miguel se pasaba toda la tarde jugando con las hadas y con su perro y las ayudaba en todo lo que el podía.
Un sábado por la mañana Miguel se levantó tarde como de costumbre, desayunó sus cereales con leche y cuando iba a salir fuera para jugar con Joe y las hadas se encontró a su perro tirado en la puerta de la entrada, éste pensaba que el perro aún estaba durmiendo cosa que le extrañó, pero cuando comenzó a llamarlo el pobre Joe estaba muy triste y apagado.

-¡Mamá! ¡Mamá! A Joe le pasa algo – grito asustado

La madre acudió corriendo a ver que le pasaba al perro. Al ver la situación en la que estaba el perro decidió llevarlo rápidamente al veterinario.

-Cariño voy a ir a llevarlo al veterinario, la canguro está al llegar cuida mientras de tu hermano – dijo la madre

El pequeño fue corriendo inmediatamente al árbol a ver a las hadas y contarles lo que le había ocurrido a su perro, éste comenzó a llorar y las hadas lo consolaron como pudieron.
Miguel normalmente estaba jugando con las hadas y con Joe, pero ese día se lo pasó entero tirado en la cama mirando el techo de su habitación
A eso de las nueve de la noche la madre llegó sin el perro y Miguel y su hermano fueron directamente hacia su madre a preguntarles por Joe. Ésta les dijo que el perro estaba en el hospital muy grave porque ya es bastante mayor y que había pocas posibilidades de que sobreviviera.

Al día siguiente se levantó muy triste y fue hacia la casa de las hadas y éstas habían hecho una pócima con la que el perro podría vivir muchos años más. El pequeño con las hadas fueron al veterinario y le dieron la pócima al perro, éste a las dos horas había recuperado la vitalidad de siempre y todo gracias a las muy buenas amigas del pequeño Miguel.

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