Julia era una pequeña que lo
tenia todo, sus padres tenían mucho dinero, por lo cual, le daban todo aquello
cuanto deseaba.
Un día su madre le dijo que no
podía seguir así, que había que ahorrar un poco y que algunas cosas de las que
Julia pidiera no podrían dársela.
A pesar de esto, Julia siguió
pidiendo y pidiendo, y debido a su mal carácter caprichoso, su madre se lo daba
tan solo por no escucharla.
Pero un día la familia fue a un
centro comercial, y Julia comenzó a ver toda clase de juguetes y a pedírselo a
sus padres. Ellos se lo negaron, pero al final, y como siempre la niña
caprichosa logró tener lo que deseaba.
Ese día, Julia se fue muy
contenta a la cama con sus juguetes nuevos, pero no sabia que partir de aquel día valoraría lo que
realmente tenía importancia:
Por la mañana, la pequeña se despertó
ilusionadísima por los nuevos juguetes, pero cuando bajo a la cocina, se dio
cuenta que no había nadie, no estaba su padre, ni su madre, ni su hermano
mayor.
Entonces Julia decidió salir a la
calle, pero no hubo suerte.
Junto a su casa había una gran juguetería en
la que Julia entro para ver si había alguien, pero tampoco.
Luego se puso a mirar algunos de los
juegos y peluches que había allí, pero paso de largo y no les presto atención,
se dio cuenta que solo quería encontrar a su madre y a su familia.
Entonces la niña comenzó a llorar
desconsoladamente cuando… Sonó el despertador!!!
Si, todo esto había sido un
sueño, o mejor dicho, una pesadilla. Julia abrazo fuertemente a su madre y le
dijo que regalaría todos sus juguetes a los niños pobres y que a partir de
ahora solo querría jugar con sus amigas y no pediría tanto.
Así, Julia descubrió cual era el verdadero
sentido de la felicidad y que lo importante es estar rodeado de las personas
que quieres, y no de muñecos y demás objetos.
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