viernes, 13 de diciembre de 2013

El más mentiroso del colegio

Erase una vez un niño que vivía en un pequeño pueblo situado a las afueras de Madrid. Éste pequeño, Pedrito, vivía con su abuela, sus padres y su hermano Roberto.
Pedrito, sentía cierta envidia de su hermano ya que éste sacaba unas notas impresionantes, tenía una personalidad maravillosa y gracias a ello recibía grandes beneficios como ir al cine con sus amigos o a cenar a un restaurante.
El pequeño de la familia, sin embargo, odiaba estudiar y era bastante antipático con los demás, su madre ya no sabía que hacer para que éste hiciera la tarea y estudiara y por lo tanto siempre se veía obligada a castigarlo sin jugar a la Play o sin ir a jugar al fútbol al parque de al lado de su casa.
Un día, al llegar del colegio le dijo a su madre que había suspendido otro examen de matemáticas por lo que su madre se enfadó bastante y lo mandó a su cuarto castigado inmediatamente. Mientras Pedrito estaba en su cuarto castigado llegó su hermano del instituto diciéndole a su madre que había sacado un sobresaliente en biología a lo que ésta respondió con besos y con mucha alegría.
Tras esto, Pedrito comenzó a pensar alguna forma para hacer que su madre estuviera lo suficientemente contenta de él, por lo tanto, decidió ir al salón y decirle a su madre que iba a cambiar por completo y que a partir de ahora no tendría que regañarle más por sus malas notas ya que iba a hacer siempre la tarea y estudiar más que nunca. Su madre, sorprendida aceptó la decisión del niño y esperaba que esto fuera real, por ello ésta le pidió que demostrara las cosas con hechos y no con palabras.
A la semana siguiente, el pequeño llegó a su casa gritando:

-¡Mamá, mamá! ¡He sacado un diez en matemáticas!
-¿De verdad cariño?-preguntó su madre extrañada
-Sí, sí mamá de verdad-respondió el hijo muy convencido a pesar de que sabía que estaba mintiendo
-Pues como recompensa hoy podrás ir un rato con tus amigos al parque-dijo su madre con una sonrisa en la boca

Días más tarde volvió a llegar el pequeño diciendo que había sacado un nueve en lengua. Su madre de nuevo se sorprendió y esta vez lo dejó jugar a la Pley, pero su ésta le pidió a su hijo la agenda para escribirle una nota al profesor para preguntarle si era verdad que Pedrito estaba sacando tan buenas notas. Éste, para no hacer sospechar a su madre se la dio sin ningún problema.
A la mañana siguiente, el pequeño se encontraba en el colegio con sus amigos y les contó lo que le ocurría y le pidió al niño con la letra más bonita de la clase que le escribiera a su madre una nota como si fuera el profesor. Éste accedió sin problema ya que si lo hacía Pedrito le daría un paquete de chicles.
Su madre, al ver dicha nota escrita por el profesor la cual decía “Su hijo está mejorando considerablemente, le aconsejo que lo felicite por este enorme esfuerzo que está haciendo”, su madre sorprendida volvió a creérselo ya que si se lo decía el profesor sería verdad.
El chico siguió trayendo notas de exámenes con sobresaliente hasta acabar el curso pero por sorpresa el día de la recogida de notas cuando el profesor vio a la madre volvió a echarle la misma charla de siempre sobre los malos resultados en los exámenes y la educación de su hijo, ésta se quedó impactada y le contó al profesor todo lo que su hijo había estado diciéndole y haciendo durante todo el curso para que su madre creyera que estaba sacando buenas notas.
Tras esto, el niño pasó a quedar como el más mentiroso de todo el colegio y a partir de ese momento éste no volvió a ir más con sus amigos al parque ni a jugar a la Play lo que le sirvió como enseñanza para no mentir más y hacer las cosas como se deben hacer.
 

El viaje más deseado



Claudia era una chica que vivía en una pequeña casa con su familia, ésta era muy delgada y tenía dieciséis años, además, le encantaban los idiomas, sobre todo el inglés y quería en un futuro poder dedicarse a ello. Ella continuamente le pedía a sus padres que se quería ir de intercambio o de viaje a Londres pero evidentemente sus padres no se podían permitir pagar dicho viaje ya que su madre no trabajaba y su padre trabajaba en una pequeña fábrica en la que ganaba muy poco dinero con el que tan solo podían comprar la comida para sus cuatro hijos y poco más.

Sus padres quería regalarle a su hija dicho viaje ya que se lo merecía, era una chica que ayudaba en casa, sacaba buenas notas, cuidaba de sus hermanos pequeños... pero desafortunadamente no contaban con el dinero suficiente como para pagarle a su hija un viaje. Los padres de Claudia llevaban años ahorrando para ello, hacía al menos ocho años que sus padres estaban llenando una hucha de un cerdito pero a pesar de ello aún no estaba llena.

Un día sus padres decidieron partir la hucha para ver cuánto dinero había en ella, vieron que había dinero suficiente pero que con este dinero Claudia tan solo podría ir a una casa ya que con lo que tenían en la hucha no les daba para una residencia y menos para un hotel. A la mañana siguiente los padres de Claudia se lo comunicaron y ella se puso contentísima, fue al colegio contándoselo a todo el mundo, era su sueño y estaba a punto de cumplirse.

Al pasar varias semanas el padre de Claudia llegó del trabajo bastante decaído e inmediatamente Raúl, uno de los hermanos de ésta le preguntó:

-¿Qué te pasa papá? - Bastante preocupado

-Nada cariño... son cosas que tengo que hablar con tu madre – explicó el padre

Luego, cuando los niños estaban comiendo el padre comenzó a contarle a la madre qué le ocurría y desgraciadamente traía una muy mala noticia, la fábrica iba a cerrar ya que el dueño estaba comenzando a perder grandes cantidades de dinero con ella.
La madre comenzó a llorar ya que ésto significaba que iban a comenzar a encontrarse en una situación peor aún ya que en esta casa habría cero ingresos. Claudia al oír llorar a su madre fue a ver que le pasaba, al contárselo sus padres a ella lo primero que le vino a la cabeza fue que ahora ella no podría ir al viaje ya que éstos eran los únicos ahorros que ellos tenían.

La chica se enfadó bastante, pero comprendía cual era la situación de sus padres, por tanto decidió comenzar a trabajar en un bar cercano a su casa con el que podría ayudar a su familia a salir adelante y además de ello conseguiría ahorrar un poco para poder pagarse el viaje, al o mejor no ese mismo año en el que tenía pensado ir pero sí ocho años más tarde ahorrado tan bien como sus padres lo habían hecho para que a ella no le faltara nada.

 

El perrito desobediente

En una enorme mansión a las afueras de Madrid vivía un gran empresario con su mujer que se dedicaba al mundo de la moda y la belleza, ambos tenían un perro, concretamente un beagle precioso con sus orejas muy caiditas, éste perro era muy juguetón y por ello lo tenían suelto en el césped de dicha mansión, éste se pasaba horas y horas correteando por el césped y destrozando todo lo que se encontraba a su paso, además, era la alegría de la casa.

La pareja tenía contratado a un jardinero para que tuviera el césped siempre en perfecto estado ya que el perro provocaba grandes destrozos. El pobre jardinero siempre estaba chillándole a Pipo, ya que cada vez que arreglaba las plantas del macetero éste se tiraba encima, si tapaba los boquetes que Pipo había hecho éste estaba por otro lado haciendo boquetes nuevos y así continuamente. Fernando, el jardinero, siempre le estaba riñendo y Pipo ponía carita de pena y así era perdonado.

Un día el jardinero se enfadó bastante ya que ese día había una gran comida allí en el césped y éste no conseguía dejarlo perfecto, por tanto, decidió abrir la puerta del césped para que el perrito fuera a darse una vuelta pero por mala suerte éste no volvió lo que provocó una gran tristeza en sus dueños y el pobre jardinero fue despedido.

MORALEJA: Para todo aquello que queramos hacer necesitamos una paciencia increíble al parecer.


El parque de los más pequeños

María, Sara y Javi eran tres hermanos bastante juguetones como la mayoría de los niños pequeños, éstos tenían seis años y eran trillizos. Vivían apartados de la civilización en un gran campo en el que convivían y pasaban la mayoría del tiempo rodeados de vacas, a las que ordeñaban, de conejos, a los que alimentaban, de gallinas a las que les recogían los huevos o incluso ayudaban a sus padres a esquilar las ovejas.

Éstos pequeños tan solo habían ido en todas sus cortas vida una vez a la playa y nunca habían ido a un parque, cerca de ellos vivía una chica llamada Marta que tenía la misma edad que ellos y además era bastante repipi, presumida y con mucho dinero. Los tres todos los días tenían que ir a comprar a una tienda que estaba cerca de la casa de Marta y ella siempre estaba mirando por la ventana de su habitación, los pequeños siempre que la veían se paraban a charlar con ella y a ella lo único que se le ocurría decirles era “que mal olor tenéis siempre”. Un día, los trillizos pasaron y Marta no se encontraba en la ventana como de costumbre y éstos se extrañaron bastante. Al día siguiente la chica presumida volvía a estar en la ventana entonces le preguntaron:

-¿Dónde estuviste ayer? – Preguntó María

-Estuve en un lugar genial al que vosotros con vuestro olor a campo no podríais ir – dijo Marta con tono déspota

-¡Venga ya! Déjate de bromas y dinos dónde estuviste – preguntó esta vez Javi

-Bueno vale... Pues estuve en un parque llamado “El parque de los más pequeños” en el que había muchísimas atracciones, toboganes, tirolinas, colchonetas, camas elásticas .etc. y me lo pasé genial, fue un sitio increíble. Estuve todo el día jugando sin parar y sin aburrirme ni un segundo.

-¡Hala! – pronunciaron los tres hermanos al mismo tiempo quedándose boquiabiertas.

-Que guay, la verdad que me encantaría ir...– dijo Sara.

-Pues díselo a vuestros padres y a ver si os llevan – respondió Marta.

Los pequeños entraron por la puerta de su campo corriendo y gritando:

-¡Mamá! ¡Mamá! Marta ha ido a un parque que se llama “El parque de los más pequeños que dice que es fabuloso – gritó María

-Mami, queremos ir por favor... – Dijeron los tres al mismo tiempo

-Es imposible pequeños... Yo ya me informé hace tiempo sobre ese parque pero es bastante caro y nos coge lejos por lo que tendríamos que gastar mucho dinero en ir hasta allí. – Respondió con tristeza la madre

María, Sara y Javier se conformaron y al otro día se lo dijeron a su amiga Marta y ésta les ofreció que fueran el fin de semana siguiente con ella a dicho parque ya que iba a volver a repetir la experiencia, éstos evidentemente respondieron que sí pero con la condición de que el domingo ella tendría que ir con ellos al campo a cuidar a los animales para que así se diera cuenta de que no era una porquería como ella decía.

Los pequeños pasaron un sábado increíble cargado de momentos geniales y montándose en todo lo que les apetecía, para ellos este parque era alucinante pero a pesar de ello echaban de menos su campo con sus animales y sus insectos.
A la mañana siguiente apareció en el campo Marta, vestida con unas sandalias preciosas, una minifalda rosa y una camiseta de lentejuelas rosa también.

-¿Dónde vas así vestida? – preguntó María

-A ayudaros a ordeñar las vacas y a cuidar a todos esos animales ¿no? – respondió muy convencida Marta

-¿Así vestida? Anda ven aquí que te voy a dar una ropa con la que puedas realizar bien tu trabajo – dijo Sara

Los cuatro se llevaron todo el día jugando con los animales, corriendo, saltando por encima de los charcos de barro de los cerdos, ayudando a ordeñar las vacas .etc. Marta se lo pasó genial y ahora entendía por qué estos pequeños se lo pasaban tan bien en el campo a pesar de oler muy mal y para ella sin duda fue uno de los mejores días de su vida e indiscutiblemente quería volver a repetir todas las veces que fuera posible dicha experiencia.

 

La anciana de los gatos

Seguro que alguna vez habéis escuchado alguna historia de la típica anciana que vivía rodeada de gatos pero ésta es completamente diferente. Araceli era una anciana con unos ochenta y pocos años de edad la cual vivía rodeada de gatos pero no por el hecho de que le encantaran los animales sino porque era bastante caritativa. Araceli desde siempre había adorado ayudar a las personas que más lo necesitaban pero su marido no la dejaba ayudar a todo el mundo ya que consideraba que era un tanto “tonta” ya que el resto no la ayudaría cuando ella lo necesitara.

Una vez que falleció su marido ella se dedicó a ayudar a todo el mundo que lo necesitaba hasta el punto de ayudar hasta a los animales. Todas las mañanas al levantarse salía en bata a la esquina de su calle y dejaba tazones con leche para los gatos que vivían por allí, poco a poco estos gatos fueron siguiéndole la pista hasta que llegó un día en el que la esperaron en su casa, a los pocos meses ya tenía Araceli en su casa a más de diez gatos sin esperar que éstos iban a reproducirse muy rápidamente llegando a tener ella en su casa cerca de cuarenta gatos.

Ella seguía ayudando a todo el mundo hasta que un día comenzó a perder la cabeza y a hablar con los animales, les contaba cuentos, historias y creía que éstos le respondían. Araceli enfermó bastante y no podía ni si quiera levantarse de la cama, intentaba hacerlo para ayudar a los demás y alimentar a sus gatos pero le era imposible, éstos, al ver que ella ya no los alimentaban se escaparon y las personas a las que ella ayudaba dejaron de ir a su casa a visitarla y a pedirle ayuda provocando ésto que ella se quedara sola sin ayuda de nadie siendo así cierto lo que le decía su marido “Está bien ayudar pero hasta un cierto punto ya que cuando tu necesites ayuda nadie se va a sacrificar por ti”