sábado, 24 de mayo de 2014

Un cambio de ciento ochenta grados

Mario es un hombre de unos cincuenta años de edad, tiene una familia y un trabajo digno en el que gana grandes cantidades de dinero. Él trabaja como encargado de una gran empresa de Madrid, pero por mala suerte esta empresa va cada vez peor. La esposa de Mario, Araceli, se dedica a comprar y a comprar ropa a pesar de que tiene el armario lleno, cada temporada llega a comprar hasta seiscientos euros en ropa, y llega incluso a comprarse la misma ropa repetida pero de diferentes colores. Sus hijos, Lucía de dieciséis años y Rubén de diecinueve al ver que su madre gasta tantísimo dinero en ella, ellos piensan que también pueden derrochar así el dinero, y por tanto ambos también adoran gastar y gastar. Lucía tiene un armario con más de veinte tipos de zapatos y un armario enormes llenos hasta arriba de ropa, además, tiene hasta cinco cajas de pinturas diferentes y al menos cinco planchas para el pelo, ya que cada vez que hay una nueva ella la compra. Su hermano, sin embargo, prefiere gastar el dinero en cientos de videojuegos y en ropa deportiva para ir al gimnasio más caro de la ciudad con algunos de sus amigos con los que también juega al padel. El padre, al ver que su familia derrocha bastante dinero, se ve obligado a ahorrar bastante, y por ello él intenta gastar el menor dinero posible, y a pesar de que está harto de recordar a su familia que el dinero se acaba, que la empresa va mal y que puede cerrar en cualquier momento, nadie le hace caso, ya que todos se preocupan en ir bien vestidos y en tener todo lo que quieren.

Un día, mientras Mario estaba trabajando en la empresa recibió una llamada, una de tantas, pero el no esperaba que esta llamada iba a ser una de las peores que el recibiera en toda su vida.

-Muy buenos días, Empresa “Constal” dígame – dijo Mario.

-Hola muy buenos días, soy el dueño de todas las empresas “Constal” que hay en todo el mundo, y me gustaría hablar con el encargado o el jefe de la empresa que tengo en Madrid – dijo el gran empresario.

-Sí, sí, yo soy el encargado. El jefe no se encuentra ahora ya que está haciendo algunos negocios en China con otros empresarios – respondió Mario.

-Ah vale, vale, entonces, tú debes ser Mario Velázquez Domingo ¿verdad? , pues me temo que tiene que ser a ti al que te de la mañana noticia– dijo el dueño de “Constal”

-Dígame – respondió asustado Mario

-Pues bien Mario, como puedes ver la empresa siempre ha ido bien, es una empresa dedicada a la construcción de edificios modernos y esto suele llamar la atención, pero claro, actualmente con esta crisis en la que nuestro país se ve sumergida, sólo conseguimos clientes fuera de España. Por ello, hemos decidido que tan solo vamos a dejar abiertas las empresas que más beneficios dan dentro de nuestro país y a partir de ellas haremos todos los negocios que haya que hacer con otros países. Por ello, hemos decidido que tan solo quedará abierta la empresa de Barcelona y la de Santander, todas las demás cerrarán de aquí a una semana – dijo con seriedad el empresario

Mario se quedó sin palabras, no sabía que hacer ni que decir, el mundo se le echaba encima, el necesita el dinero que gana cada mes para poder mantener a su familia y como no, para poder vivir al nivel al que estaban acostumbrados a vivir.

Al llegar a casa, llegó serio y cabizbajo, su mujer al verlo le preguntó que qué le ocurría mientras que ella se probaba en la cocina unos tacones de brillos plateados preciosos que acababa de comprarse.
-La empresa cierra de aquí a una semana – dijo Mario

-¿Cómo va a ser eso? Si la empresa va bien, ¿por qué la van a cerrar? – respondió Araceli

-La empresa no va bien Araceli, estoy cansado de decírtelo, a penas hacemos negocios con otras personas o empresas y los pocos que hacemos son de forma internacional – dijo ofuscado Mario

-¿Y ahora qué vamos a hacer? – Preguntó Araceli

-Lo primero dejar de derrochar tantísimo dinero en ropa, zapatos, pinturas .etc. No gastaremos en cosas innecesarias – dijo el marido

-¿Pero cómo no voy a gastar en ropa? ¿Tú estás loco? ¿Cómo me va a ver la gente con una misma ropa puesta más de dos veces? - Preguntó Araceli

-Pues o te adaptas a estas nuevas normas o en unos meses nos veremos en la calle, sin poder pagar ni la hipoteca ni la luz ni el agua ni nada ya que el dinero estará empleado en ropa.

Al cabo de los tres años, Mario sigue sin encontrar trabajo ya que con cincuenta años nadie quiere tener a un trabajador, y en tres años que lleva en el paro él tan solo ha conseguido trabajar dos veces como camarero en un restaurante importante de la zona durante los meses de verano. Ella, sin embargo, sigue gastando y gastando tal y como lo hacen sus hijos, pero pronto esta situación tiene que acabar.

Mario está ya bastante cansado de que su familia se base tan solo en el beneficio propio y que no piensen en los demás ni en pagar el resto de cosas que deben de pagar más importantes que un montón de ropa. Por ello, si no se quieren ver en la calle Araceli va a tener que probar a echar curriculums como una loca y va a tener que trabajar de lo que sea, ¿qué trabajo le estará esperando a la escrupulosa, pija y derrochona Araceli?

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