Mario es un hombre de unos cincuenta años de edad,
tiene una familia y un trabajo digno en el que gana grandes
cantidades de dinero. Él trabaja como encargado de una gran empresa
de Madrid, pero por mala suerte esta empresa va cada vez peor. La
esposa de Mario, Araceli, se dedica a comprar y a comprar ropa a
pesar de que tiene el armario lleno, cada temporada llega a comprar
hasta seiscientos euros en ropa, y llega incluso a comprarse la misma
ropa repetida pero de diferentes colores. Sus hijos, Lucía de
dieciséis años y Rubén de diecinueve al ver que su madre gasta
tantísimo dinero en ella, ellos piensan que también pueden
derrochar así el dinero, y por tanto ambos también adoran gastar y
gastar. Lucía tiene un armario con más de veinte tipos de zapatos y
un armario enormes llenos hasta arriba de ropa, además, tiene hasta
cinco cajas de pinturas diferentes y al menos cinco planchas para el
pelo, ya que cada vez que hay una nueva ella la compra. Su hermano,
sin embargo, prefiere gastar el dinero en cientos de videojuegos y en
ropa deportiva para ir al gimnasio más caro de la ciudad con algunos
de sus amigos con los que también juega al padel. El padre, al ver
que su familia derrocha bastante dinero, se ve obligado a ahorrar
bastante, y por ello él intenta gastar el menor dinero posible, y a
pesar de que está harto de recordar a su familia que el dinero se
acaba, que la empresa va mal y que puede cerrar en cualquier momento,
nadie le hace caso, ya que todos se preocupan en ir bien vestidos y
en tener todo lo que quieren.
Un día, mientras Mario estaba trabajando en la empresa
recibió una llamada, una de tantas, pero el no esperaba que esta
llamada iba a ser una de las peores que el recibiera en toda su vida.
-Muy buenos días, Empresa “Constal” dígame –
dijo Mario.
-Hola muy buenos días, soy el dueño de todas las
empresas “Constal” que hay en todo el mundo, y me gustaría
hablar con el encargado o el jefe de la empresa que tengo en Madrid –
dijo el gran empresario.
-Sí, sí, yo soy el encargado. El jefe no se encuentra
ahora ya que está haciendo algunos negocios en China con otros
empresarios – respondió Mario.
-Ah vale, vale, entonces, tú debes ser Mario Velázquez
Domingo ¿verdad? , pues me temo que tiene que ser a ti al que te de
la mañana noticia– dijo el dueño de “Constal”
-Dígame – respondió asustado Mario
-Pues bien Mario, como puedes ver la empresa siempre ha
ido bien, es una empresa dedicada a la construcción de edificios
modernos y esto suele llamar la atención, pero claro, actualmente
con esta crisis en la que nuestro país se ve sumergida, sólo
conseguimos clientes fuera de España. Por ello, hemos decidido que
tan solo vamos a dejar abiertas las empresas que más beneficios dan
dentro de nuestro país y a partir de ellas haremos todos los
negocios que haya que hacer con otros países. Por ello, hemos
decidido que tan solo quedará abierta la empresa de Barcelona y la
de Santander, todas las demás cerrarán de aquí a una semana –
dijo con seriedad el empresario
Mario se quedó sin palabras, no sabía que hacer ni que
decir, el mundo se le echaba encima, el necesita el dinero que gana
cada mes para poder mantener a su familia y como no, para poder vivir
al nivel al que estaban acostumbrados a vivir.
Al llegar a casa, llegó serio y cabizbajo, su mujer al
verlo le preguntó que qué le ocurría mientras que ella se probaba
en la cocina unos tacones de brillos plateados preciosos que acababa
de comprarse.
-La empresa cierra de aquí a una semana – dijo Mario
-¿Cómo va a ser eso? Si la empresa va bien, ¿por qué
la van a cerrar? – respondió Araceli
-La empresa no va bien Araceli, estoy cansado de
decírtelo, a penas hacemos negocios con otras personas o empresas y
los pocos que hacemos son de forma internacional – dijo ofuscado
Mario
-¿Y ahora qué vamos a hacer? – Preguntó Araceli
-Lo primero dejar de derrochar tantísimo dinero en
ropa, zapatos, pinturas .etc. No gastaremos en cosas innecesarias –
dijo el marido
-¿Pero cómo no voy a gastar en ropa? ¿Tú estás
loco? ¿Cómo me va a ver la gente con una misma ropa puesta más de
dos veces? - Preguntó Araceli
-Pues o te adaptas a estas nuevas normas o en unos meses
nos veremos en la calle, sin poder pagar ni la hipoteca ni la luz ni
el agua ni nada ya que el dinero estará empleado en ropa.
Al cabo de los tres años, Mario sigue sin encontrar
trabajo ya que con cincuenta años nadie quiere tener a un
trabajador, y en tres años que lleva en el paro él tan solo ha
conseguido trabajar dos veces como camarero en un restaurante
importante de la zona durante los meses de verano. Ella, sin embargo,
sigue gastando y gastando tal y como lo hacen sus hijos, pero pronto
esta situación tiene que acabar.
Mario está ya bastante cansado de que su familia se
base tan solo en el beneficio propio y que no piensen en los demás
ni en pagar el resto de cosas que deben de pagar más importantes que
un montón de ropa. Por ello, si no se quieren ver en la calle
Araceli va a tener que probar a echar curriculums como una loca y va
a tener que trabajar de lo que sea, ¿qué trabajo le estará
esperando a la escrupulosa, pija y derrochona Araceli?
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